También hay otros hechos
misteriosos donde la realidad se asemeja demasiado a la ficción. Entre 1764 y
1767, en las cercanías del poblado francés de Gévaudan una bestia desconocida
atacó y asesinó alrededor de un total 120 personas, desatando una histeria
pocas veces vista desde la época de la Caza de Brujas, cosas que para entonces
estaban quedando en el pasado gracias al Iluminismo. Hoy existen diferentes
teorías para explicar esta matanza, las que van desde un asesino en serie, conspiraciones de las autoridades
locales, un animal desconocido traído a la campiña francesa o, para algunos
creyentes, el ataque de un hombre lobo. El misterio seguirá siendo la única
constante.
Pero durante esa época muchos
investigadores y escritores comenzaron a tomar historias populares entre la
gente, en especial aquellas destinadas a la educación de los niños, y a
ponerlas por escrito en colecciones de cuentos. Los más famosos recopiladores
de los cuentos que pronto serían conocidos como “de hadas” son el francés
Charles Perrault y los hermanos alemanes Jacob y Wilhelm Grimm, quienes,
separados por más de un siglo, incluyeron en sus recopilaciones la historia de
una niña con una capucha roja y de un lobo que quiere comérsela.
Si bien no puede ser considerada
una historia de hombres lobo en toda regla, el cuento de la Caperucita Roja habla
de muchos de los tópicos que se le atribuyen a los licántropos, sirviendo de
inspiración a escritores hasta la actualidad. Como todos estos relatos, la
historia busca dejarles una enseñanza a los niños, mostrando cómo una chica no
debe ir al bosque sola ni hablar con extraños que pueden no tener buenas
intenciones con ella. En las versiones originales las intenciones del lobo eran
mucho más libidinosas para con la chica, pero al final quedó como lo conocemos
en la actualidad, con el lobo comiéndose a la abuelita e intentando hacer lo
mismo con Caperucita.
Ahora, antes de seguir, debemos
hacer una revisión de las características que el lobo aporta al hombre al
combinarlos en la figura del licántropo. Hay una irrefrenable rabia y ferocidad
contra sus semejantes, el hambre por la carne humana (canibalismo) y un deseo
sexual exacerbado. Si todo esto lo comparamos con los lobos reales tenemos que,
si bien son animales feroces, no son asesinos indiscriminados, matando solo las
presas necesarias para su alimentación; tampoco sienten una especial
predilección por las presas humanas, siendo sus ataques a personas
extremadamente raros. En cuanto a lo de la sexualidad, en las manadas los
únicos que tienen el derecho a aparearse y tener crías son la pareja de alfas,
por lo que no son animales precisamente promiscuos.
Con la llegada del romanticismo y
la novela gótica, nuevamente el hombre lobo llama la atención de los
escritores. No obstante, a diferencian de su contraparte no muerta, los licántropos no tuvieron
grandes novelas, sino más bien cuentos cortos que lo establecieron en el mundo
del terror.
Muchos escritores que hoy son
poco conocidos crearon historias de licántropos, pero también otros
consagrados, como Alexandre Dumas y Joseph Rudyard Kipling, hicieron lo suyo. En
la mayoría de los casos las historias están ambientadas en el mundo rural,
donde el estilo de vida medieval no había sido del todo desterrado por la
modernidad (había lugares en la Europa del este donde se seguía viviendo de la
misma manera que hace 5 siglos atrás), soliendo tener como protagonistas a
personajes atormentados por su condición de licántropo, ya que no tenían
control sobre sus acciones cuando el animal se apoderaba de ellos. Aquí yace un
nuevo aditamento al terror que el hombre lobo inspira y es la pérdida de
control sobre nuestras acciones debido a
una rabia incontrolable que deriva en un salvajismo asesino. Esta idea fue explorada
por el escritor Robert Lewis Stevenson en su famoso “El Extraño caso del Dr.
Jekyll y Mr. Hyde”, que si bien no habla de un hombre que se transforma en
lobo, tiene muchos detalles homologables a la licantropía.
También por esta época aparece
otra variación del monstruo, siendo su encarnación femenina. Es raro, pero en
la leyenda son pocas las menciones de féminas que tomen la forma de lobo;
incluso en la época de la casa de brujas, por lo general a las mujeres se le
acusaba de entregar a los hombres los medios para cambiar de forma, pero ellas
mismas no hacían uso de ellos. En cambio, la mujer lobo que nos presentan las
historias del siglo XIX es un femme fatale que usa de sus encantos para atraer
a sus víctimas. Por lo general el relato es de un noble que conoce a una chica
extremadamente hermosa de la que se enamora perdidamente, cuando le declara su
amor a solas, ella se transforma en loba y mata al pobre enamorado. La historia
con variaciones propias es tomada en “El Lobo Blanco de las Montañas Hartz”
(1839) de Frederick Marryat, en “The White Wolf of Kostopchin” (1889) de Sir
Gilbert Campbell y en “Were-Wolf” (1896) de Clemence Housman.
Con la llegada del siglo XX continuaron
escribiéndose historias sobre licántropos, pero su popularidad y calidad no
podían competir con las de vampiros. Se dice que H. P. Lovecraft publicó una
carta en la revista Weird Tales sugiriendo la posibilidad de que alguien
escribiera una historia novedosa sobre hombres lobos. H. Warner Munn asumió el
desafío y escribió el relato seriado “El Hombre Lobo de Ponkert” (1925) en que la historia es contada desde el
punto de vista del mismo licántropo.
Pero el hombre lobo debía esperar
hasta 1933 para contar con una novela que estableciera al personaje
definitivamente. “El Hombre Lobo de París” de Guy Endore es para el licántropo literario
lo que Drácula para el vampiro. La historia se desarrolla durante los hechos
que desencadenaron la Guerra Franco-Prusiana y la Revolución de la Comuna de
París de 1870. Endore nos cuenta la triste vida de Bertrand Caillet, cuya
concepción fue producto de una violación, y que desde pequeño sufre la
maldición de la licantropía. La novela tiene de todo, una relación incestuosa
entre Bertrand y su madre, la posibilidad de salvar su alma gracias al amor que
una hermosa chica llamada Sophie profesa por él y la persecución que el tío de Bertrand,
Aymar Galliez, emprende para evitar que su sobrino continúe con los cruentos
asesinatos que comete cuando se transforma en lobo.
Ahora, la obra tiene varios
ripios en el relato y, a nivel literario, no se puede comparar a su contraparte
vampírica, Drácula. No obstante, es el establecimiento definitivo de la figura
del licántropo que no desea transformarse en lobo, pero que no puede evitar eso ni
cometer los sangrientos asesinatos que la rabia animal le obliga realizar. También
está la relación con sus seres queridos, quienes no están a salvo de las
depredaciones de la bestia, lo cual es la principal fuente de sufrimiento para
el hombre lobo.
“El Hombre Lobo de Paris” aparece
en el momento justo para inspirar las adaptaciones del personaje a la pantalla
de cine. No obstante, a diferencia del vampiro, la mayoría de las características
que nosotros asociamos en la actualidad al licántropo no proceden del mito
original, sino que son producto de las películas de terror en blanco y negro.
Leer parte 3
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