De una forma muy distinta a la de
su contrapartida diurna, la luna ha inspirado admiración en los humanos desde
que vivíamos en cavernas. Este cuerpo celeste nos fascinó por ser siempre
cambiante, brillando en la noche como un gran disco de plata, como una delgada
hoz o completamente oscura. Esto en los antiguos evocó los ciclos de la
naturaleza, como el embarazo y la vida misma. También ayudó a marcar el paso
del tiempo, contándose las lunas (meses) que tiene un sol (año) en su recorrido
por las estrellas. No obstante, donde el sol era constante, la luna se manejaba
por sus propias reglas de tiempo; así como sol era un iluminador señor de las
ciencias, la luna beneficia el misterio y la magia. Hoy hablaremos de los
dioses lunares.
A diferencia de su contraparte
solar, marcadamente masculina, el ámbito lunar es compartido por ambos sexos,
como lo vemos en el dios sumerio Sin o Nannar. Hijo de Enlil y Ninlin, dioses
asociados con el cielo y el aire, también fue padre a su vez de Inanna y de
Shamash (el sol). Se le representaba como un anciano con una barba azul, como
el lapislázuli, montado sobre un toro. Su consorte era Ningal, la diosa de las
cañas, y era muy adorado por los pastores.
Así como estaban plagados de
dioses soleres, los egipcios también tenían un número considerable de asociados
a la luna. Primero tenemos al dios Thoth, cuyo nombre era realmente Dyehuty, a
quien se le representaba con la cabeza de un ibis. Era el dios de los escribas
y la sabiduría, señor de las ciencias, la magia y creador de las palabras, por
lo cual contaba con una enorme popularidad entre los egipcios, un pueblo ante
todo culto.
Menos conocido que el anterior es
Jonsu, un dios feroz que era un gran cazador y que con sus presas alimentaba a los
otros dioses. También se le consideraba señor de la medicina, representándole
como un joven momificado o como un dios con cabeza de halcón, portando en ambos
casos el disco lunar sobre su cabeza.
Otro del que ya hemos hablado es
Min, dios lunar de la fertilidad, llamativo por ser representado como un hombre
negro con el pene erecto, lo cual simbolizaba la fertilidad.
No obstante, el dios titular de
la luna era Iah, a quien se lo asociaba con la muerte, pues la luna se renueva
a lo largo de su ciclo. No obstante, este dios fue siendo desplazado cada vez
más por las anteriores deidades nombradas, siendo asimilado a estas definitivamente.
Por su lado, en Grecia tenemos a Selene,
quien es realmente la diosa de la luna, aunque a veces se le adjudica este
honor a Artemisa. Hermana del dios Helios y de la diosa Aurora (quien presidía
el amanecer), esta diosa comenzaba su recorrido por los cielos una vez que su
hermano terminaba el suyo, viajando en un carro tirado por bacas blancas. A Selene
se le representa como una hermosa joven con la cara muy pálida, túnica blanca y
coronada con una medialuna de plata. Tuvo como amante al hermoso pastor Endimión,
con quien tuvo 50 hijas y quien fue bendecido con el sueño eterno para que la
diosa pudiera cuidarlo y contemplarlo por toda la eternidad.
Como dije antes, así como se
confundía a Apolo con Helios, el primero dios de la luz y el segundo del sol,
lo mismo pasaba con Artemisa y Selene. Diosa de los terrenos salvajes y la
caza, Artemisa, llamada Diana por los romanos, recorría los bosques acompañada
por sus perros y sus ninfas. Esta diosa se mantuvo siempre virgen, sintiendo
cierta aversión por los hombres. Uno que sufrió de esto fue Acteón, un príncipe
tebano que tuvo la osadía de espiar a la diosa mientras se bañaba en un
estanque con sus ninfas. Al ser descubierto, Artemisa lo transformó en un
ciervo que fue cazado y destrozado por su propia jauría de perros. Otro detalle
interesante es que las historias de aquelarres se inspiraron en los cultos que
mujeres hacían a Artemisa en los bosques, habiendo registros de ello en varios
escritos de preocupados obispos de los primeros años del cristianismo. Luego,
más avanzada la Edad Media, Artemisa fue reemplazada por el Diablo y sus
adoradoras se transformaron en brujas
.
Otra encarnación lunar en Grecia
es Hécate, una diosa que fue adoptada por esta civilización, pero que era
adorada primeramente por pueblos vecinos de Asia Menor, cobrando luego una gran
importancia. Llamada la “Gran Diosa” o diosa triple, pues se presentaba en la
forma de la Doncella, la Madre y la Anciana, muy común en los pueblos de raíz
indoeuropea. Hécate era la Reina Fantasma, diosa de los muertos que vive en el
inframundo, estando relacionada con Perséfone. En cuanto a su carácter lunar,
Hécate es la representación de la luna nueva, la magia y la guardiana de los
pasos entre este mundo y en otro. Su imagen es una de las que inspiraron la
creación de la Diosa del Wicca.
Pasando a los pueblos celtas,
encontramos muchas diosas trinas que son muy semejantes a la Hécate griega,
como lo es Morrigan, la cual se dividía en sus tres aspectos como Macha, Badb y
Nemain, o la misma Brigid. No obstante, muy pocas se asocian literalmente con
la luna, a excepción de Arianrhod, una diosa galesa. Conocida como la Señora de
la Rueda Plateada, Arianrhod era hija de Dôn (equivalente galés a la diosa
Dana) y Beli Mawr (uno de los tantos nombres de Belenus), siendo hermana de los
dioses Gwydion y Gilfaethwy. Se dice que la diosa tuvo relaciones con su
hermano Gwydion y concibió dos hijos a los que desconoció. Con los años, esta
diosa, así como sus parientes de Irlanda, se transformó en hada en los cuentos
populares.
Para los nórdicos la luna era
representada por el dios Máni, quien se dice era hijo de Mundilfari y Glaur. Acá
también se habla de una hermana, quien sería una encarnación del sol, llamada Sól,
pero que luego fue desplazada por el culto a Balder. Máni recorría el cielo
nocturno en un carro tirado por caballos de plata y era perseguido en todo
momento por el lobo Hati, uno de los hijos del lobo Fenrir y que, cuando estaba
a punto de alcanzar al dios, producía eclipses.
Ya pasando a Mesoamérica, nos
encontramos con los náhuatl, para quienes una de las primeras encarnaciones de
la luna es una diosa que ya he mencionado antes: Coyolxauhqui . Su nombre
significa “Adornada de Cascabeles” y fue la hija mayor de la pareja formada por
los dioses Mixcoatl y Coatlicue. Luego de la muerte del padre de Coyolxauhqui,
Coatlicue queda embarazada mágicamente de Huitzilopochtli, por lo que junto con
sus 400 hermanos, los dioses de las estrellas Centzon Huitznáhuac, intentan
matar a Coatlicue, que se encuentra refugiada en el monte Coutepec. Al final
nace Huitzilopochtli adulto y armado con el rayo, con el cual vence a sus
hermanos y descuartiza a Coyolxauhqui, por lo que en los relieves de los
templos aztecas es representada con el cuerpo desmembrado.
Pero hay otro dios lunar náhuatl
llamado Tecciztecatl. Como dije anteriormente, los aztecas creían que habían
existido cuatro soles antes del actual, cada uno presidido por un dios en
particular. Cuando se extinguió el cuarto sol, los dioses se reunieron a elegir
quién de ellos sería el quinto sol, quedando como candidatos el pobre y humilde
Nanauatl y el rico Tecciztecatl. Entonces hicieron una hoguera y quien deseara
ser el sol, debía sacrificarse en el fuego. Tecciztecatl dudó de la prueba,
cosa que no ocurrió con Nanauatl, quien se lanzó de inmediato a la hoguera. Viendo
esto, Tecciztecatl le sigue y entonces hubo dos soles. Pero los otros dioses se
enfurecieron por la cobardía que mostró Tecciztecatl y le lanzaron un conejo,
el cual al chocar con él y quemarse le quitó brillo, pudiendo sólo ser visto de
noche y quedando para siempre marcado con la silueta de un conejo.
Para los quechuas y aimaras, la
luna es una diosa llamada Mama Quilla, hermana y esposa del dios del sol, Inti;
siendo también la diosa del matrimonio, defensora de las mujeres y patrona del
ciclo menstrual. Hay varias leyendas que rodean a Mama Quilla, siendo una la de
un zorro que se enamora de ella y sube al cielo para tocarla, siendo abrazado
por la diosa con tanta fuerza, que su silueta quedó marcada en la superficie del
satélite. También se dice que los eclipses eran producidos cuando un puma o serpiente
intentaba devorar a la diosa, por lo que la gente lanzaba flechas al aire y
hacía ruido para espantar al animal. Mama Quilla es la madre del primer Inca y
fue servida en sus templos por sacerdotisas.
Saltándonos a la India, nos
encontramos con el psicodélico dios Chandra, quien es representado como un
hermoso joven que va montado en un carro tirado por caballos o antílopes. No obstante,
uno de los datos más interesantes es que también está asociado con el soma, un
narcótico usado en las ceremonias mágico-religiosas de los hindúes y del cual
existe un absoluto desconocimiento acerca de qué tipo de droga era y de donde
se extraía. En la actualidad existen varias teorías, pero la verdad es que sólo
se pueden hacer conjeturas basadas en las descripciones de los textos védicos.
En China la luna vuelve a ser
femenina, representada por la hermosa diosa Chang’e. Según la leyenda de los 10
soles, la cual conté en el artículo anterior, Houyi el arquero derribó a 9 de
los diez soles, dejando a este último para que cumpliera su función de manera
correcta, pero el padre de los soles maldijo a Houyi y a su esposa, Chang’e, volviéndoles
mortales. Con el tiempo, Houyi buscó la manera de volver de nuevo a ser
inmortales, encontrándola en una píldora que le entrega la Emperatriz del
Oeste. No obstante, cuando llega a casa, deja la píldora en un cajón y se va,
no explicándole a Chang’e de qué se trataba, por lo que ella , curiosa, abrió
la caja. Estaba en eso cuando vuelve su marido y, asustada, se toma la píldora.
Chang’e de inmediato comienza a flotar y a brillar, debido a la sobredosis,
pues sólo necesitaba la mitad de la píldora para ser inmortal. Houyi pensó en
derribarla con una de sus flechas, pero fue incapaz de disparar a su esposa,
por la que esta llegó a la luna, donde se quedó a vivir. Ahí, la única compañía
de la diosa es un conejo que prepara elíxires y cuya sombra se ve en la luna. Hoy
el programa de exploración lunar del gobierno chino se llama Chang’e.
En la fe shinto de Japón el dios
de la luna es Tsukuyomi, hermano de la diosa solar Amaterasu y del dios de las
tempestades Susanoo. Fue muy apegado a su hermana mayor, viviendo con ella en
el reino celestial de Takagamahara. No obstante, un día en que estaba ebrio,
montó en cólera porque la diosa de la comida. Uke Mochi, le ofreció un banquete
que sacó de su propio cuerpo y la asesinó, emergiendo del cadáver de Uke Mochi
los alimentos más importantes para los humanos (de sus ojos salió el arroz, de
sus orejas el mijo, de su vagina el trigo, de su nariz las judías y de su ano
la soja). Lo anterior enfureció a Ameterasu, que decidió no hablarle ni verlo
nunca más. Por ello el sol se aleja de la luna en el cielo y cuando lo alcanza,
Amaterazu quema con su calor la faz de su hermano, volviéndola negra y obligándole
a dejarla ir.
Por último, como dije
anteriormente, la Diosa adorada por la religión Wicca no solo es la Madre
Tierra, sino que tiene más elementos en común con las deidades lunares. La Diosa
tiene tres aspectos, siendo doncella, madre y anciana; rige el ciclo menstrual
de las mujeres y su símbolo tiene clara representaciones lunares. En resumen,
es una oda al sincretismo religioso.
Obviamente, la luna en las
diferentes mitologías es un complemento del sol, siendo los mitos de deidades
lunares y solares inseparables. Estos dos astros son los que regulan nuestro
tiempo y nuestras funciones biológicas, por lo tanto era imposible que no
fueran deificados por los pueblos antiguos.
Para el próximo capítulo
conoceremos los dioses del mar.
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