Por Luthien Akallabêth
Nota: Antes de empezar, dale play al vídeo y escucha la canción a medida que vas leyendo.
¿Era esta la vida real? ¿O la
fantasía?
Me siento atrapado en un
derrumbe, sin escape a la realidad. Abres tus ojos, miras al cielo y me vez. Un
pobre chico que no necesita de tu compasión.
Porque se va y viene, alto y
bajo… en cualquier dirección que sople el viento… realmente ya no es importante
para mí.
Madre:
He matado a un hombre. Puse una pistola en su
cabeza, tire del gatillo y ahora está muerto.
Mamá, pensé que mi vida había empezado, pero ahora
tengo que irme y dejarlo todo. ¡Oh Mamá! No quiero hacerte llorar con mis
palabras, pero si no vuelvo mañana, por favor sigue adelante. Sigue adelante
como si realmente importara. Es muy tarde, ha llegado mi tiempo… escalofríos
bajan por mi espalda, siento dolor todo el tiempo. Adiós a todos, debo partir,
dejarlos atrás y enfrentar la verdad.
¡Mamá! ¡No quiero morir! ¡Desearía no haber nacido
nunca!
Puedo verlo.
Allí, en un rincón de la habitación mirándome. La silueta de un pequeño hombre que
me mira burlesco.
Scaramouche, Scaramouche…
Y esas voces
incesantes que resuenan como rayos y truenos. Y me asustan. Me asustan mucho.
Galileo… Galileo…
Solo soy un
pobre muchacho, nadie me ama… las voces siguen ahí gritándome, apaleándome con
su ensordecedora potencia, y me encojo más y más intentando escapar.
Solo soy un
pobre muchacho, nadie me ama…
¡Es solo un pobre muchacho, de una pobre
familia! ¡Liberen de su vida esta monstruosidad!
Fácil viene,
fácil se va… ¿Me dejarán ir?
¡Bismilah! ¡No! ¡No te dejaremos ir!... ¡Déjenlo
ir!... ¡Bismilah! ¡No te dejaremos ir!... ¡Déjenlo ir! ¡Bismilah! ¡Nunca te
dejaremos ir! ¡Déjenlo ir!
¡No, no, no, no, no!
¡Ah Madre
mía! ¡Déjame ir! ¡Belcebú ha puesto un demonio junto a mí! ¡Junto a mí!
¿Creen que
pueden apedrearme y escupirme en los ojos? ¿Creen que pueden amarme y dejarme
morir? Oh queridos, no pueden hacerme esto queridos…
¡Solo debo salir!
¡¡Solo tengo que salir
de aquí!!
- Hey… mira, otra vez está escribiendo como
poseído.
- ¿Otra vez? Maldito infeliz… si hace una hora le
dieron su medicamento – se cruzó de brazos mientras se inclinaba para observar
mejor por la ventanilla de la habitación. Un grueso vidrio de seguridad que
dejaba ver el interior de una habitación blanca.
- Este está perdido. Ya ni la medicina le hace
efecto… Siempre escribiendo cartas como si estuviera poseído por el demonio…-
el otro se rió por lo bajo.
- ¡Ustedes! ¿Qué están haciendo fuera
de sus obligaciones? ¿No se supone que deberían estar vigilando la sala común?
- ¡S-Si Doctor! – Dijeron atropelladamente al
unísono antes de echar a correr en dirección a la sala común, pasando por los
pasillos de pacientes peligrosos.
- Enfermera… - Dijo el Doctor a una joven mujer que
se encontraba llenando papeleo en una de las estaciones del piso de
psiquiatría, apoyada sobre el mesón. La aludida levantó la cabeza, solícita a
las indicaciones del Doctor – Quiero ver el informe médico de este muchacho…
La enfermera, con una experticia que sólo el tiempo
y el esfuerzo daba, encontró rápidamente el expediente médico del joven,
sacando de él unos papeles, estos eran los más recientes, pues dentro del expediente
se podían apreciar algunas hojas amarillentas.
El Doctor leyó los papeles con atención. Diagnóstico: Esquizofrenia de tipo Bipolar. Psicosis.
Trastornos depresivos. Esquizofrenia Paranoide.
El Doctor se pasó una mano por la frente y los
ojos. Ese chico estaba jodido.
- Enfermera… ¿Ha recibido visitas ese paciente?
¿Sus padres? ¿Algún amigo?
- Ninguna visita Doctor. Ese joven lleva aquí desde
mucho antes de que yo entrara. Me parece que lo trasladaron desde la unidad
pediátrica en su momento. Pero nunca ha recibido visitas… Creo que sus padres…
- Ah sí… - El Doctor leyó con atención los datos
del paciente, deteniéndose en su apellido – Recuerdo el caso de este muchacho…
y la muerte de sus padres. Todo muy extraño, no siguieron la investigación del
caso, solo encontraron al niño con la pistola… al padre tirado en el piso y a
su madre gritando. Por lo que dice el historial médico, está aquí desde
entonces.
- La madre del muchacho se suicidó… salió en todos
los periódicos, Doctor – Acotó la enfermera – Pero siempre que me toca hacer el
turno de noche, lo escucho llamar a su Madre. Probablemente él no lo sabe.
- Y mejor que no lo sepa… - Sentenció el Doctor.
Ambos compartieron una mirada de entendimiento. Él joven ya no se encontraba en
la realidad y simplemente se dejaba acompañar por sus delirios. Ambos dejaron
de ponerle atención al muchacho que seguía en su habitación, ahora más
tranquilo y siguieron en sus rondas por el psiquiátrico.
Escucho como
esos idiotas hablan de mí.
No tienen
idea de lo lucido que puedo estar a veces… fácil
viene, fácil se va, fácil viene, fácil se va.
Había
esperado este día con ansias. Las cosas son insostenibles entre la figura del
pequeño hombre y yo, las voces atronadoras ya no me dejan en paz, y estoy
segura que eso que siento por las noches es la presencia del demonio que viene
a buscarme por lo que hice.
El bastardo
de mi padre puede que me espere en el infierno, pero con gusto me enfrentaré a
él una vez más.
Con mucho cuidado, enterró la punta del lápiz en un
costado del colchón de su austera cama de psiquiátrico. En una de las esquinas había
un pequeño escondrijo, del cual cayeron un infinito número de pastillas, todas
de colores brillantes y con un brillo tentador. Debía haber unas quinientas
pastillas. Era una locura… pero de nuevo, quizás era algo común aquí, a fin de
cuentas… era un psiquiátrico.
Y como si fuesen caramelos, uno a uno se fue
tragando las pastillas.
Quien sabe que sucedería, a lo mejor lo descubrían
y lograban detenerlo. A lo mejor el muchacho lo conseguía. Pronto los caramelos
desaparecieron y solo se dejó caer al piso cuando los primeros espasmos
comenzaron.
Y sonrió. Luego de muchos años, sonrió.
Nada importa
realmente, todos lo pueden ver…
Nada importa
realmente… ya nada me importa realmente….
En cualquier dirección que sople el viento…
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